2 de octubre de 2010

Después del 30 de septiembre de 2010



Reflexiones sobre la institucionalidad, la democracia, la confianza y la participación.
Andrés Mideros Mora

No encuentro otra manera de iniciar que no sea el luto por las vidas que se perdieron en la sinrazón del pasado 30 de septiembre, y con el abrazo solidario a los y las familiares, amigos y amigas de las personas que perdieron su vida y a aquellas que fueron heridas. Además repudiando una jornada de horror que no se debe repetir, pero al mismo tiempo destacando el valor de reporteros que arriesgaron su vida para informar. Un día que evidenció una vez más la debilidad institucional, y el abuso de estas instituciones para fomentar intereses particulares (en este caso para reclamos laborales y/o para generar desestabilización). Lamentable resultado, más allá de los hechos, es la pérdida de confianza y cohesión. Un momento para la reflexión y una urgencia de dialogo es la única posibilidad de avanzar después de lo vivido.

Es imprescindible la cohesión social en base a la tolerancia a distintas opiniones. La catarsis de lo acaecido, mediante dialogo abierto e información verás, es necesaria para poder tener una opinión y generar propuestas, pero sobre todo para recobrar la confianza dentro de la sociedad. La división social por posiciones extremas es el peor de los escenarios. Empecemos por plantear criterios comunes como paz, equidad, democracia, seguridad, tolerancia, dialogo y participación.

La democracia es un modelo, y al final una opción para organizar la sociedad dentro de un Estado. Con sus virtudes y limitación, pienso no hay discusión sobre el deseo de todos y todas de fortalecer la democracia. Hay varios mecanismos de democracia, la representación (donde mediante el voto elegimos autoridades), es solo uno de ellos pero, demanda el respeto a los electos, así como la obligación de rendir cuentas a los electores y la división de poderes.


Es urgente pasar el periodo de transición de la nueva Constitución y fortalecer las instituciones. Es claro que el ejecutivo está consolidado, pero el poder legislativo poco ha podido hacer para fiscalizar y legisla con limitaciones en un escenario político complejo, donde la oposición tampoco aporta y solo bloquea. El poder judicial no termina de fortalecerse y de ser independiente, la Corte Constitucional sigue siendo de transición, así como la Fiscalía y demás organismos de control. La Defensoría del Pueblo, se ha fortalecido pero sus mecanismos de incidencia siguen limitados en la práctica. El Consejo Nacional Electoral también está en transición, y el débil Consejo de Control Social y Participación Ciudadana no tiene un horizonte definido.


El poder ejecutivo debe cumplir sus funciones de acuerdo a lo que manda la Constitución, pero es urgente que los demás poderes se constituyan definitivamente y de manera independiente para que el poder encuentre un equilibrio y la democracia funcione. Policía Nacional y Fuerzas Armadas, son instituciones del Estado que deben garantizar el orden público y la seguridad nacional. Más aún, como establece la Constitución deben proteger los derechos, libertades y garantías de los ciudadanos y de las ciudadanas, siendo obedientes y no deliberativas, con estricta sujeción al poder civil y a la Constitución.


Más allá de protestas laborales que cualquier funcionario o funcionaria del sector público, de manera individual o en grupo, tiene el derecho a plantear, bajo ningún concepto se puede justificar el uso de los instrumentos y la imagen de una Institución del Estado. Peor al tratarse de las Fuerzas Armadas y/o la Policía Nacional, ya que al romper su subordinación al poder civil, rompen toda la Estructura del Estado y eliminan todos los derechos por el uso de la fuerza. El pasado jueves se evidenció la debilidad Institucional y de la cadena de mando, cuando un grupo de policías se reveló contra el gobierno y atentó contra ciudadanos.


Es fundamental diferenciar las personas de las instituciones. Es necesario juzgar de conformidad con la Ley a las personas responsables de estos hechos, y es indispensable reestructurar a la Policía Nacional y fortalecer la confianza de la ciudadanía en esta institución, vital para la seguridad. La desconfianza en la Policía Nacional solo fortalece a la delincuencia. Es importante el dialogo en la cadena de mando de las Fuerzas Armadas, Policía Nacional y Poder Ejecutivo (Presidencia) para recobrar la confianza y el orden.


El Gobierno debe establecer con claridad los canales de diálogo para que funcionarios y funcionarias del sector público, así como cualquier ciudadano o ciudadana, o grupo, puedan plantear sus protestas y exijan sus derechos. Las Instituciones de garantías de derechos (Corte Constitucional, Contraloría, Fiscalía y Defensoría del Pueblo) deben ser independientes y actuar si algún derecho está siendo, puede ser o ha sido vulnerado, y como ciudadanos y ciudadanas debemos acudir a ellas, y protestar pacíficamente cuando es necesario. No a la violencia.


No es momento de buscar culpables, ni de generar intolerancia, menos de perder la confianza y la fe en la sociedad y en el Estado (ni en sus instituciones). Es momento de reconocer errores y cambiar. De generar espacios de diálogo, donde se recoja la visión de todos y de todas, de cambiar actitudes y dejar la soberbia. Es momento de generar propuestas y dejar de buscar el mínimo defecto o el menor error para atacar y criticar, sin antes haberse informado adecuadamente. No se trata de ganar, sino de construir.


No es el gobierno, ni este ni ninguno, el que garantiza la democracia y el buen vivir, sino la sociedad participando activamente en los problemas de su comunidad y también en los temas nacionales. Como ciudadanos debemos informarnos, y exigir la división de poderes mediante el fortalecimiento de las Instituciones en transición, y vigilar su independencia. Debemos utilizar los mecanismos de democracia deliberativa y directa para la toma de decisiones y formulación de políticas, fomentar la cohesión, conocer y exigir el cumplimiento de la Constitución. Y el Estado desde sus instituciones: ejecutivo (Presidencia), legislativo (Asamblea Nacional), y demás, deben apoyar y garantizar este proceso, ahí radica su misión histórica de revolución.